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EL CHE NO TIENE NADA QUE VER

Un nuevo octubre que nos obliga a hablar del Che y vincularlo con la actualidad, un nuevo octubre que nos hace mirar al pasado para buscar las herramientas que nos ayuden a arreglar este presente.

La calle parece vacía en relación a todos los frentes de lucha que nos han abierto en este último tiempo. El recorte presupuestal a los sectores más sensibles de nuestro pueblo, acompañado con el incremento salarial del aparato represivo; el robo del recurso natural más importante y la consiguiente escasez en nuestras casas; la contaminación de lagos, ríos y arroyos de una pastera a la que se multa por depredar la fauna y la flora con unos pocos miles de dólares; el robo abierto a nuestros ahorros mediante la reforma jubilatoria; etc, etc, etc.

Podríamos hacer un artículo tan solo enumerando cada una de las formas en la que se expresa este atropello permanente de la clase capitalista sobre nosotros, pero vamos a intentar hallar un concepto que al mismo tiempo englobe toda la política llevada a cabo durante estos últimos, para tratar de que el cúmulo de acontecimientos no oculte la lógica que los motoriza.

El concepto que mejor expresa esta política y que no solo la nombra, sino también que la explica, nos parece que es el concepto de “saqueo”. Saqueo porque avanzan contra los recursos naturales, contra los derechos conseguidos, contra el salario, contra nuestro tiempo de vida y hasta contra nuestra vida misma.

El mecanismo es sencillo, es un ataque directo de empresas apoyadas y financiadas por los países imperialistas, que se valen de la complicidad cipaya de los gobernantes de estas tierras. Ese ataque directo involucra a los empresarios, políticos y finalmente al (entreguista y sedicente patriota) aparato represivo.

Pero esto por sí mismo no alcanza, pues para poder hacerlo cómodamente han comprado también a la oposición, que para ganar las elecciones y poder hacer directamente los mandados se calla la boca vergonzosamente. No solamente se calla el Frente Amplio sino que intenta acallar también a las organizaciones sociales convenciéndolas de que no ataquen a las AFAPs, que no junten firmas para impulsar el plebiscito contra la reforma jubilatoria, que eso puede poner en riesgo la brega electoral, que no luchen. Con esta actitud terminan por anularse como herramienta popular, terminan cerrando filas con los empresarios y contra el pueblo. Y si te comiste el verso que es para anular la reforma y echar a las AFAPs cuando ganen las elecciones, preguntate ¿por qué cuando estuvieron en el gobierno, lejos de ir contra las AFAPs les dieron más poder?

De esta suerte resulta que nuestro pueblo parece desahuciado, nos saquea el imperialismo, nos entrega el gobierno, nos ata la oposición y nadie se atreve a romper con la lógica. Cuando vemos las noticias se nos presenta una realidad en la que debemos elegir al menos malo de los bandos y el menos malo es cada vez más malo, tanto a nivel nacional como internacional. Nos han fragmentado, debilitado y querrán desaparecer toda huella de resistencia.

La pregunta que nos hacemos es ¿qué tiene que ver el Che en todo esto? Porque se supone que este artículo debe hablar sobre él, sobre su legado, sus ideas ¿qué tiene que ver el Che Guevara con la realidad actual? Y la respuesta es contundente: nada.

El Che Guevara no tiene nada que ver con este presente donde el saqueo se hace con una tibia o inexistente resistencia; no tiene nada que ver con proponer las elecciones como único camino posible; no tiene nada que ver con convencer al pueblo de que su vida es despreciable para que ante esa falsa convicción pueda ser despojado sin oponerse; el Che Guevara no tiene nada que ver con esta realidad que describimos y padecemos, quizás por eso las calles están vacías mientras el saqueo se produce.

Si fuéramos capaces de hacer aparecer el legado del Che la cosa sería bien diferente. Primero porque el enemigo estaría claramente identificado: el imperialismo como brazo ejecutor de la expansión capitalista con su correspondiente desposesión de la clase obrera; segundo porque el empuje moral parido de su mensaje y ejemplo de vida nos sacaría de nuestras casas, que se nos volverían terriblemente incómodas; tercero porque su claridad conceptual nos impediría confundir las batallas tácticas con las estratégicas y dejaríamos de poner a las elecciones como un eje ante el cual todo se supedita; cuarto porque nos obligaría a salir de las chacritas estériles y nos obligaría a poner todos nuestros esfuerzos unidos allí donde son verdaderamente importantes.

Su ausencia se nota, traerlo al presente se vuelve imprescindible, no para vencer ya que no hay garantías de que eso ocurra, sino para abrir la posibilidad de la victoria.