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TEATRO Y OBEDIENCIA

Entrevista ficcionada de José Russo a Leonardo Martínez acerca del teatro como acto de resistencia.

-Por Leonardo Martínez-

JR. ¿Cómo nos presento?

LM. Teatreros.

JR. ¿Por qué intentar responder a la condición de resistencia que pueda tener el teatro en estos tiempos con una entrevista “ficcionada”?

LM. Gracias a La senda por la invitación. Creo que a lo primero que podemos resistir y en mi caso lo tomo como un deber placentero, es a la escalada prepotente de lo literal. Es decir, a ese retroceso de la posibilidad de que unos “dichos”, unos pensamientos expresados, unas acciones comentadas; sean interpretadas en su complejidad y variedad de puntos de vista. En criollo quiere decir que estamos perdiendo capacidad de ser irónicos. Lo que digo o lo que digas es eso: lo dicho; y lo dicho se cierra a quien lo lee o escucha a una sola interpretación. Por joder, pienso que si en la plaza virtual de las redes llegás a publicar: “El sol cae”, ojo, muchos podemos pensar en el apocalipsis. O sea, en el sol cayendo a derretir la tierra. Por este ascenso de lo literal la expresión “El sol cae,” está alejándose de la posibilidad del atardecer o de que la moneda japonesa devalúe. Que esta entrevista sea ficcionada se convierte en un intento entonces de zafar de la literalidad, ya que la ficción por definición juega con la mentira y la verdad, con lo incierto y lo cierto y aún mejor, con la posibilidad de que todo sea híbrido, es decir un poco verdad y un poco mentira, un poco cierto e incierto a la vez.

JR. Bien. Entendida y pactada la ficción de la entrevista ¿es el teatro un acto de resistencia?

LM. Puede serlo y tal vez lo esté siendo en este momento en algún rincón de esta cáscara de nuez que llamamos mundo. Lo interesante para mí es que esa resistencia debe ser secreta, no puede promulgarse en términos de decir, por ejemplo “Nosotros el teatro Galponearte” (Risas por el nombre. Tentación) Perdón, “Nosotros, el teatro equis, estamos resistiendo”. Se resiste y ya. Con acciones, con discurso estético. Lo que pasa que esta posibilidad de la plaza virtual mediática e inmediata hace que nuestro “gremio”, como el resto de los mortales, caiga en gargantear y golpearse el pecho con afiches reivindicativos y de aparente resistencia, pero para mí eso es puro ruido y falsedad. Porque si gritas en las redes que no puede ser que las salas y los teatros sigan cerrados y que el gobierno perjudica a la cultura, después no me suspendas ensayos porque sos contacto de contacto, vení y contagiame; no de Covid, contagiame de ganas de vivir ardiendo y morir con pasión. Me copé un poco y eso que no estamos tomando nada. Lo que quiero expresar es que de estar resistiendo, estaría resistiendo con una acción silenciosa, haciendo teatro (ensayos, talleres, funciones) en algún rincón escondido. Jamás publicaría nada sobre teatro y resistencia, bueno, que no sea ficción.

JR. Me interesó eso de no suspender ensayos, ¿podemos decir que los ensayos son la trinchera de la posibilidad de resistir?

LM. Y dele con resistir. Hagamos esto ¿qué te parece si le decimos no obedecer? Pienso que lo que hoy está en juego para todos, para los teatreros y para el último habitante con consciencia sobre los confines de esta piedra ínfima en el mar de la inmensidad universal, es la imposición de obediencia. Antes de que siga ¿te parece que cambiemos el problema de resistir por el de obedecer?

JR. Te obedezco (Risas).

LM. No. Resistite (Risas).

JR. Gracias por este tono de conversación, lo que decís me hace pensar también en que la literalidad nos lleva a una seriedad insoportable. Hablemos de obediencia.

LM. Es que lo que decís da en el clavo, porque la seriedad es maravillosa, fijémonos en un niño o una niña jugando, están serios, entregados a ese mundo construido con su fantasía. El problema es la pose de seriedad que se nos exige para, por ejemplo, parecer eficientes y ser contratados por un empleador. Toda obediencia hoy pasa por posar, la pose de obediencia es lo que se impone, que parezca que estoy cuidando al prójimo con un tapa bocas pero ¿si ese prójimo me dice que lo escuche que necesita charlar un rato cara a cara? ¿Qué le pesa la soledad del aislamiento en su casa? En este sentido el teatro, que es esa convivencia milagrosa de desconocidos en un mismo espacio durante un tiempo compartido de pacto ficcional; está siendo para mí como “gremio” demasiado obediente.

JR. ¿No será que están resistiendo en secreto en la trinchera desobediente de los ensayos?

LM. Seguimos a pico seco, que conste. Los ensayos seguro están haciéndose, quiero creer, en muchos rincones. Ahora, si nos ponemos estrictos, ensayar y solo ensayar puede tender también a la obediencia, ya que hacemos uso de la libertad responsable y restringimos el hacer teatral a “nuestros ensayos”, “nuestra trinchera” dirías vos. Mantenemos la cabeza a salvo de las balas del campo de batalla, por seguir tu analogía bélica. Para mí, el campo donde desarrollar la desobediencia por medio del teatro, hoy, son las funciones. Desobedecer, ser irresponsablemente libres en un encuentro teatral: hacer funciones.

JR. No entiendo la conexión entre obedecer y ser responsable.

LM. Desde que pactamos socialmente, por manipulación o por omisión o sumisión, que la seguridad y el confort son nuestros valores rectores de interacción en comunidad; el deseo y el valor  de ser libres o el intento de serlo está en peligro de extinción. Esto es por el ascenso de los mecanismos de control que inoculan su validación en nombre de las más nobles intenciones humanas, como por ejemplo “la libertad responsable”. Esa responsabilidad condiciona la libertad apelando a que sea ejercida cuidando a los otros pero esconde una daga moral que los otros pueden usar para destripar esa libertad si se desboca, o sea, si provoca inseguridad y amenaza el confort que debe reinar para que las cosas estén controladas para las personas o mejor, para que las personas estén controladas para las cosas. El sentido común es el brazo ejecutor de estas dagas morales. Ser responsable es una idea inoculada desde la infancia y que al llegar a la edad adulta, o más precisamente cuando ya puedo ser utilizado por el mercado, forma parte de mi sentido común, por lo tanto quiero ser responsable, ok, libre también pero no se preocupen que lo seré responsablemente; es decir, seré un perfecto obediente. Ah y también hago teatro.

JR. Entonces, sí podemos decir que haciendo funciones, además de ensayar, por supuesto; dejando de lado, según vos, la trampa de la responsabilidad y anteponiendo la energía liberadora de un encuentro poético significativo al miedo del posible contagio físico de una enfermedad concreta; es como el teatro resiste.

LM. Perdón. Apenas desobedece. Resistir, insisto y seré terminante para dejarlo claro, es imposible. Primero, porque el control está en nosotros mismos y es irresistiblemente cercano. Segundo, porque la resistencia es un espejismo, ya que cuando se ha intentado, y hasta temporalmente logrado, sus mecanismos son los del oponente, es decir, se tornan en otras formas de control.

JR. No llego a comprender esto último.

LM. Tal vez, simplemente, no lo compartís.

JR. Cierto, no estoy de acuerdo, creo en la resistencia.

LM. Qué pena y qué alegría.

JR. ¿Por qué?

LM. Porque somos el mismo.

JR. Vamos por ese vino.

LM. Salud.

José Russo y Leonardo Martínez son teatreros. No tienen méritos académicos destacables y posiblemente la esquizofrenia los esté diezmando