La reacción política que pidió la intervención del MEC al Club Villa Española y la resistencia de la cultura de barrio
-Por Ernesto Ifrán-
Hace varios años que un grupo de hinchas, socios y personas de las más variadas edades y procedencias se aglutinó en la esquina de Varela y Corrales, en la actual sede del Club Social y Deportivo Villa Española, para generar actividades y espacios que vuelvan a tender puentes entre el barrio y el club. Hoy la noticia es la intervención del club por parte del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), en base a una denuncia presentada por antiguos dirigentes.
Pero Villa Española no es noticia solamente por esto último, sino que viene siendo noticia para el barrio, como nunca antes, hace ya más de seis años. Aquel grupo que se nucleó en esa sede deportiva y social armó una biblioteca barrial, generó espacios recreativos para que la gurisada del barrio pudiera arrimarse y organizó actividades culturales de esas que parar los pibes de la periferia son cosa del centro montevideano. Como todo grupo fue cambiando con los años pero manteniendo un mismo espíritu.
Hoy, muchos creen que lo que pasó en Villa Española fue una ruptura con el pasado. En cierto sentido sí y en cierto sentido no. Con lo que rompió Villa Española es con esa concepción de club deportivo en el que su sede es un local vacío donde solamente se junta una directiva y se hacen algunos mangos a la noche, donde los socios están solo para aportar la cuota y su única forma de participación es como espectadores aislados en sus casas frente a un televisor o alentando desde la tribuna. Una forma de entender al deporte que solo beneficia a los que se enriquecen de él, que lo conciben y usan como un negocio, con propietarios y consumidores, y donde las y los deportistas son una pieza más en la máquina de hacer dinero a través de sponsors, publicidades y espectáculo.
Hace seis años el Villa rompió con eso, al tiempo que recuperó una memoria. Recuperó la memoria del club social y deportivo como lugar de encuentro, donde hay tiempo y espacio para que la hinchada se encuentre y sea mucho más que una hinchada: para que se encuentren como personas parte de una sociedad, de un momento histórico. Y así la gente se politiza. Podemos preguntarle a cualquier veterano o veterana dónde era que la gente de a pie conversaba, discutía y criticaba el mundo donde vivía, y seguramente nos confirmen que uno de los lugares por excelencia eran aquellos mostradores de níquel, aquellas mesas de casín, aquellas sedes de barrio repletas de obreras y obreros al finalizar la jornada.
Recuerdo hasta hoy una de las veces que por casualidad derivé en la sede del Villa, antes de la reforma del local. El olor de la parrilla, del asado de tira, de los chorizos, la forma del mostrador, me llevó a la niñez, cuando con mi abuelo frecuentábamos, los días que se podía, una parrillada de barrio. Fue un viaje en el tiempo a su figura, los cuentos de la vuelta ciclista, de la murga, del canario Luna, de una forma de hablar, sentir y pensar de otra época. Además de esa imagen, ese día en la sede, en el micrófono, había jóvenes poetas que compartían sus creaciones. En las mesas había desde gurises a veteranos encontrándose con propuestas artísticas, sociales, políticas. Pasado, presente y futuro.
Cultura de Barrio
Cuando la comisión de cultura propuso realizar un mural en su fachada, no decidió hacer “su mural”. Se consultó al barrio, a la gente, se dialogó con la identidad. Las figuras deportivas históricas se entrecruzaban con la silueta de una fábrica que marcó la historia del barrio y de toda la ciudad, la fábrica de FUNSA. Candombe, plazas, colores. La comunidad entendió que debía figurar la línea 79 de la cooperativa RAINCOOP y pidieron que el ómnibus fuese pintado de azul, como lo recuerdan desde hace años. Una de las pocas líneas que brinda el servicio de transporte, símbolo también de una política que relega a los barrios obreros. El mural fue realizado colectivamente por la barriada. Villa Española rompía con una tendencia de vaciamento de las sedes barriales, pero también se reconectaba con las raíces populares.
Poco a poco, en jornadas colectivas, la sede se fue reformando, arreglando, teniendo cada vez más vida activa. Después de años, para uno poder ubicarse, la esquina de Corrales y Varela volvía a ser cada vez más “la esquina del Villa Española”. Hace poco tiempo, el carnaval alternativo “Más carnaval”, que impulsaba una recuperación del origen popular y barrial de los tablados, escogió la esquina del Villa como una de sus sedes. Como no alcanzaba con la sede, el Estadio Obdulio Varela también empezó a mostrar que había movimiento y organización en el club Villa Española. Huerta comunitaria, biblioteca en el vestuario, murales, actividades sociales, vínculos con la escuela, charlas con artistas.
Un gran hito fue el proceso mediante el cual el club abrazó las luchas por la memoria. Murales, camisetas, actividades, fueron sedimentando una expresión local de un fenómeno que se está dando internacionalmente: el deporte que es centro de atención de millones a nivel global también es parte de la vida, y deportistas, hinchadas y clubes lo hacen palestra para denunciar los crímenes del Estado, del Capital y de los poderosos contra la humanidad. Hoy Villa Española no está solo en esta lucha. La separación de Miguel Zuluaga de la seguridad de la selección uruguaya fue un triunfo de las organizaciones populares. Hoy se suma la pelea por la desafiliación de los genocidas Gavazzo y Cordero del padrón social de Peñarol. Esa sí que es una depuración de padrón social realmente necesaria. También hubo encuentros con el sindicato de FUNSA. Así recuperaron la resistencia, y no solo la resistencia, sino del avance del que los trabajadores de FUNSA fueron protagonistas contra el golpe de Estado del 73’.
Villa Española hasta recuperó un color desde la historia, al amarillo y rojo se le suma el violeta. El barrio que vio nacer al club se conformó en gran parte de exiliados españoles y esos tres colores representaban la bandera de la España Republicana que fue víctima de la infame dictadura franquista, con su saldo de torturados, asesinados, exiliados, presos políticos y desaparecidos. La reacción franquista fue la respuesta de los poderosos ante la situación revolucionaria que despertaba en la península ibérica. Obreras y obreros de todo el mundo resistieron heroicamente el avance fascista durante décadas. Así, con un color, Villa Española recuperó una memoria y lazos que nos unen a otros pueblos más allá del continente. En la lógica de los empresarios del deporte, un hincha es un consumidor, un activo en su bolsa de valores, que debe aislarse para rendir más ganancia. Lo demás es distracción. En la lógica y la cultura de un barrio, trabajadores, hinchadas, sindicatos, organizaciones sociales y políticas son parte de un mismo caldo de lucha y dignidad. Así es: Villa Española se politizó.
Lo político
Precisamente, la reacción que deriva en la actual denuncia e intervención del MEC empezó protestando contra la politización del club. Según ellos, el club estaba perdiendo su identidad y los clubes son para enfocarse en el deporte y los resultados deportivos. Para empezar, Villa Española está recuperando una identidad. Para seguir, mientras se llevaba adelante este cúmulo de trabajo social y cultural, el club ascendió a primera división luego de muchos años y saneó su deuda con los empresarios del deporte, para así dejar de ser un rehén de sus mandatos. El Estadio Obdulio Varela pasó de ser un escenario lúgubre a ser un estadio digno de la primera división, con una cancha en mejores condiciones que tantas otras. La reacción, de forma oportunista, se empezó a expresar cuando deportivamente los resultados en primera iban acercando al club al descenso. Su bandera: echar la política del club, como si fuese la responsable de resultados deportivos.
Pero, ¿acaso no es política esa idea de que las hinchadas están solamente para alentar, las directivas para negociar jugadores como si fueran productos en busca de un triunfo encerrado entra las líneas de una cancha y las sedes meros locales administrativos donde se elaboran los negocios? Es muy política esa necesidad que tienen de silencio, los que encaramados en el poder mediático, financiero y político partidario, ven amenazados sus intereses cuando a través del encuentro un barrio empieza a formar y manifestar una opinión propia a través de su club. Villa Española recuperó de la tradición de nuestro pueblo esa experiencia de club social. Hace tiempo que los poderosos pretenden que solo existan clubes – empresas. Las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) son el ejemplo más claro. Las SAD cada vez intervienen más en nuestro fútbol al punto de que hoy existe una institución compitiendo en primera división que depende íntegramente del club Manchester City de Inglaterra (Montevideo City Torque).
Cada vez más, naciendo de una resistencia se va configurando un nuevo nivel de lucha, un avance a través del ejemplo, un mensaje que dice que el deporte es nuestro y no es su negocio. La vida social del club es una coraza que crece, se fortalece, protege y acompaña a los y las deportistas que se forman como seres integrales y son menos frágiles ante managers y hábiles declarantes. Se niegan a ser una pieza en la maquinaria de acumular dinero, ven su rol y su protagonismo. En el partido de este fin de semana frente a Racing de Montevideo, uno de los carteles que portaban los jugadores del Villa decía: “la primera independencia es leer”. Es muy político que los que tienen poder no quieran que sea político. Es muy político que se escondan tras reglamentos y utilicen el resultadismo para manipular a la gente.
La intervención del MEC es una señal de que hace falta, no solo seguir resistiendo, sino terminar de configurar el avance hacia un horizonte en el que los empresarios del deporte, los defensores de la impunidad, pierdan todos los resortes de ese poder que es un escudo de sus intereses. De a poco, pero cada vez con mayor claridad, se vislumbra que esos intereses son totalmente contrapuestos a los de disfrute, intercambio, desarrollo, memoria y justicia, de la barriada organizada.