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ROSA LUXEMBURGO

Su disputa con el reformismo y su defensa del Socialismo Revolucionario

-Por María Echeverriborda-

Introducción

En la recuperación de las ideas y luchas de las mujeres en el movimiento socialista, Rosa Luxemburgo tiene un lugar destacado. Con un intenso compromiso con el socialismo revolucionario, su vida y su pensamiento hacen importantes contribuciones para la crítica radical de la sociedad actual. Traer al presente su legado y aprender de la historia con ella tiene el propósito de identificar elementos para el debate y las prácticas que, hoy, se proponen enfrentar y combatir la desigualdad social desde el punto de vista de la clase trabajadora. 

Rosa Luxemburgo nació el 5 de marzo de 1871, en la parte de Polonia ocupada por el Imperio Ruso y dedicó su vida a la política revolucionaria. Participó en la fundación del Partido Socialdemócrata del reino de Polonia en 1893 y en 1898 se trasladó a Berlín para formar parte del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), principal partido dentro del movimiento socialista de la época. Participó en la revolución rusa de 1905. Cuando en 1914, el SPD aprobó el presupuesto para la Primera Guerra Mundial, fundó junto con Clara Zetkin y Karl Liebknecht entre otros, el grupo opositor “Grupo Internacional”, germen de la posterior Liga Spartakus. Pasó la mayor parte de la guerra presa. Fue  liberada en noviembre de 1918. Cofundó el Partido Comunista Alemán. Fue asesinada, junto con Liebknecht, el 15 de enero de 1919 por grupos paramilitares durante la revolución alemana. Su brutal asesinato, a mano de los Freikorps -precursores de los escuadrones nazis-, fue cometido bajo la República de Weimar en la que la socialdemocracia era gobierno. Las penas para los asesinos fueron leves y durante el nazismo fueron considerados héroes. 

Rosa Luxemburgo elaboró su pensamiento participando activamente en el movimiento socialista organizado en partidos de masas socialdemócratas nucleados en la Segunda Internacional (1889-1914). En un cuadro histórico determinado por la expansión imperialista y el crecimiento económico, en el que se extendía el derecho al voto, se consolidaba la legalidad de los partidos obreros socialistas y se desarrollaban programas de reforma y asistencia social, el movimiento socialista dio un intenso debate sobre las implicancias que estas transformaciones tenían en las relaciones y luchas entre las clases sociales. Es en ese momento que el movimiento socialista -de signo revolucionario e internacionalista- cambió de orientación y adoptó la estrategia reformista, planteando el establecimiento gradual del socialismo como acumulación de reformas paulatinas y progresivas.

Este artículo trata sobre un conjunto de contribuciones que Rosa Luxemburgo realiza polemizando con el avance de posturas reformistas dentro del SPD y en la Segunda Internacional que tienen a Eduard Bernstein como mayor exponente dentro de la corriente revisionista. En esta polémica, ella enfatiza la imposibilidad de mejorar las condiciones de vida de la clase trabajadora en el interior de la sociedad capitalista y fundamenta la necesidad de que la lucha se oriente a construir un orden social totalmente diferente, no a mejorar el existente.

Varios de los postulados del reformismo inaugural impugnado por Rosa Luxemburgo  permanecen hoy como fundamentos de las propuestas de organizaciones políticas y sindicales que, en el campo de la izquierda, plantean una serie de reformas que atiendan los problemas sociales, pero sin alterar los fundamentos del sistema capitalista: la propiedad privada de los medios de producción y el trabajo asalariado. La recuperación de los aportes de Rosa Luxemburgo contribuye a identificar los estrechos márgenes del reformismo -muy tímido y moderado- de la actualidad, que renunciando a la alternativa de transformación radical conduce a una política de conciliación y negociación de clase, que desconoce la lógica de valorización y reproducción del capital.   

La crítica al abandono del objetivo socialista y la fundamentación de la inviabilidad de reformar el capitalismo

El revisionismo es la expresión más importante del reformismo que se desarrolló en el interior de la socialdemocracia en las últimas décadas del siglo XIX. Tuvo como propósito la revisión de la teoría fundada por Marx y si bien su principal intelectual fue Bernstein (1850-1932) en Alemania, la  influencia que adquirió esta tradición fue de carácter internacional y recorrió todas las expresiones nacionales del movimiento obrero. 

El desarrollo del capitalismo monopolista y del imperialismo a él asociado, generó transformaciones en la economía y en la estructura de clases que tuvieron su desdoblamiento en la esfera ideológico-política. Hubo un proceso de complejización de la clase trabajadora -en el que se destacó el desarrollo de la aristocracia obrera y la ampliación de trabajadores de servicios y de tipo burocrático- que fortaleció el peso de corrientes sin proyección revolucionaria. Esto lleva a Rosa Luxemburgo a expresar que “si, por un lado, las corrientes oportunistas en la actividad práctica son un fenómeno completamente natural comprensible por las condiciones y el desarrollo de nuestra lucha, por otro lado, la teoría de Bernstein es un intento no menos comprensible de aglutinar estas corrientes en una expresión teórica general, un intento de establecer sus propios presupuestos teóricos generales y liquidar el socialismo científico. En consecuencia, la teoría de Bernstein ha sido, desde un principio, el bautismo de fuego del oportunismo, su primera legitimación científica” (p. 95) (1).

Con audacia y decisión, Rosa Luxemburgo -en un ambiente extremadamente patriarcal, con prácticas que evidenciaban un claro giro reformista- en el texto “¿Reforma o revolución?” de 1899 combatió los planteos que Bernstein elaboró en “Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia” ese mismo año. 

En “¿Reforma o revolución?”, texto que la hizo conocida en el SPD y en la Segunda Internacional, denunció el abandono del objetivo socialista propuesto en la revisión bernsteiniana afirmando que: “toda su teoría se reduce, en la práctica, al consejo de abandonar la revolución social, el fin último de la socialdemocracia, y convertir las reformas sociales, de medio de la lucha de clases en fin de la misma. El propio Bernstein ha formulado del modo más exacto e incisivo sus opiniones al escribir: ‘El objetivo último, sea cual sea, no es nada; el movimiento lo es todo’”. (p. 23).

Luxemburgo coloca la controversia revisionista como asunto de todo el movimiento obrero. Enfatiza que las disputas teóricas no son “cosa de académicos” y explica que el conocimiento teórico es muy importante para los obreros: porque “es su propia piel la que se lleva al mercado” y porque la formulación teórica de Bernstein garantiza el dominio de los elementos pequeños-burgueses que se unieron al partido y quieren adecuarlo a sus  intereses (p. 11). Afirma que “mientras el conocimiento teórico siga siendo el privilegio de un puñado de ‘académicos’, el partido correrá el riesgo de extraviarse” (p. 25). Y recuerda que “el fin último socialista es el único aspecto decisivo que diferencia al movimiento socialdemócrata de la democracia burguesa y del radicalismo burgués, es lo único que transforma el movimiento obrero, de chapuza inútil para salvar el orden capitalista en lucha de clases contra ese orden y para conseguir su abolición” (p. 23).

Bernstein sostenía la tesis de que el capitalismo mostraba una creciente capacidad de adaptación que se evidenciaba en la desaparición o atenuación de las crisis generales, en la permanencia de la clase media y la mejora de la situación económica y política de la clase trabajadora. Postulaba que el proceso de diferenciación social explicado por la teoría marxiana no estaba sucediendo. Afirmaba que la realidad alemana y europea presentaba una situación de prosperidad económica en la que la lucha de clases declinaba porque la clase trabajadora experimentaba mejoras en sus condiciones de vida y trabajo. Esta caracterización de la evolución del capitalismo, con el pronóstico de un “progreso social general”, lo lleva a oponerse a la idea del derrumbe necesario de este modo de producción y plantear una reorientación para el movimiento socialista. Bernstein formulaba la base de la estrategia reformista: la instauración de la sociedad socialista como un proceso evolutivo que se lograría por medio de la lucha política legal y parlamentaria.    

Para Rosa Luxemburgo, “la teoría bernsteiniana, en lo que a sus fundamentos teóricos se refiere, priva al programa socialista de su base material y trata de darle una base idealista” (p. 53).

Esta explicación idealista del socialismo desconoce el desarrollo material de la sociedad. La revolucionaria coloca en el centro de su argumentación la recuperación de la crítica de la economía política de Marx para demostrar que es la naturaleza del capital la que pone límites a la estrategia reformista de consecución del socialismo.  

  1.  Luxemburgo, Rosa (2008). Reforma o revolución. Fundación Federico Engels, Madrid. Traducción del Grupo de Traductores de la Fundación Federico Engels.  Todas las citas, con excepción de la referencia en la nota 3, son de este libro

María Echeverriborda es Docente del Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Integrante del Grupo de Estudios del Trabajo (GET).