Editorial
“Por la unidad de los que mueven la rueda”. Hace ya un tiempo que el movimiento sindical de nuestro país tomó esta consigna para la propaganda de paros y movilizaciones. Sí, claro que es necesaria la unidad de la clase trabajadora, el conocido movimiento de clase “en sí” hacia clase “para sí”, del que hace casi dos siglos nos hablaban Marx y Engels. La toma de conciencia de los y las trabajadoras como tales, pero no de forma individual sino que como parte de una clase unida por la necesidad de vender su fuerza de trabajo para sobrevivir y, por lo tanto, enfrentada a muerte a quienes se la compran: los capitalistas. Entonces sí, ¡viva la unidad de la clase trabajadora! Pero, ¿unidad para qué? Hablar de la venta y compra de la fuerza de trabajo, enunciándolo de esta forma, puede parecer parte de una teoría heredada que poco tiene que ver con nuestras urgencias actuales y cotidianas, pero es la esencia misma de nuestros problemas. Y parecería que mover la rueda es eso: levantarse todos los días muy temprano, desayunar, salir, tomarse el ómnibus lleno con un boleto que aumenta y que llega a ser de los más caros del continente, viajar desde 20 minutos hasta una hora y media para llegar al trabajo y dedicar 8 horas (o más) de nuestro día a producir valor, de las formas más diversas.
De todo ese esfuerzo, una vez al mes veremos una mísera parte traducida a un salario que con gran creatividad los trabajadores y trabajadoras estiramos para que alcance para lo básico -sin lograrlo en muchísimos casos-. ¿Por qué solo recibimos una mísera parte del valor que producimos? La respuesta es simple: porque el resto se lo quedan otros, una minoría que vive a costa de nuestro trabajo. De nuevo, hablar de la apropiación de la plusvalía no es un análisis teórico alejado de la vida cotidiana. Esos “otros” son los que acumulan en dólares, los que compran casas, autos, tierras; son los dueños de los medios de producción, los que manejan cifras que desorbitan los ojos de cualquier laburante. Para ellos no existen nuestras urgencias cotidianas: no existe el ómnibus lleno a las 7 de la mañana, bicicletear el pago de las cuentas, organizarse para comprar colectivamente para abaratar costos, no cenar para que coman los niños y niñas; para ellos no existe el techo de chapa, el piso de tierra y el agujero en los championes. Ellos son los que siguen avanzando, agudizando la crisis en la que nos hunde la rueda que gira, gira, gira y hacemos girar. Necesitamos “la unidad de los que mueven la rueda” pero, ¡es una rueda que nos aplasta!
La situación de los trabajadores, trabajadoras y sus familias es cada vez más preocupante. El hambre campea, la pandemia terminó y las ollas que emergieron con ella continúan funcionando, porque ciertamente la necesidad venía de antes y no hace más que crecer. Para muestra un botón: hace pocos días se conocieron datos del Instituto Nacional de Estadísticas sobre la pobreza infantil del primer semestre de 2022, dejando ver que en nuestro país el 22.5% de los niños y niñas menores de 6 años son pobres. En 2019 el porcentaje era de 17%. Como militantes no puede ser nuestro horizonte político volver a esa cifra, no se puede naturalizar que 2 de cada 10 niños y niñas sean pobres, no coman bien, no tengan una casa digna. Tenemos que organizarnos con el objetivo de que esa cifra un día sea cero.
En este panorama, el gobierno se saca cartel del gasto público para la primera infancia, que resulta totalmente insuficiente para sus necesidades. La línea de ajuste y recorte de presupuesto a las políticas sociales y de servicios públicos se mantiene en la Rendición de Cuentas que se discute y vota en estos momentos en el parlamento uruguayo. Los diferentes partidos políticos con representación parlamentaria negocian, intercambian, especulan. La Comisión de Presupuesto, integrada con Hacienda de la cámara de senadores, votó la Rendición de Cuentas con acuerdo entre el oficialismo y la oposición en más de la mitad de los artículos. Esto esboza, al igual que con la votación parlamentaria de la Ley de Urgente Consideración (LUC), que en los temas de agenda al frenteamplismo le resulta conveniente las posiciones de enfrentamiento desde el discurso, pero que simultáneamente insiste con la idea del diálogo social con el gobierno y la construcción conjunta. Desde el inicio del período actual la postura del progresismo ha sido la de ocupar su rol de oposición responsable, garante de la democracia y de las instituciones, asegurador de la gobernabilidad y conciliador para evitar cualquier tipo de desborde político, utilizando para ello su aparato en el movimiento social y sindical. Hacen política desde la crítica moderada con los ojos puestos en el regreso en 2024, apuntando a una victoria que les permita gobernar nuevamente y gestionar el mismo sistema con cara más amable. Entonces, que la rueda siga girando.
La precarización
Además de enriquecerse con nuestro trabajo, los capitalistas buscan que todos los aspectos de nuestra vida se organicen en función de la explotación. Así la vida se precariza. El avance tecnológico es puesto al servicio de la reducción de costos de las empresas a través del teletrabajo, otro ítem que la derecha en consenso con el progresismo regularon y legitimaron en el parlamento. A su vez, el teletrabajo desmiembra los espacios de encuentro entre trabajadores.
La reforma educativa que el gobierno intenta instalar hoy, es una versión profundizada de los planes pilotos frenteamplistas, que terminan de cuajar la vieja reforma de Rama. Estos planes fueron diseñados por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial (fondos internacionales que financian la educación pública) y son importados al pie de la letra por las autoridades gubernamentales. La finalidad es que la etapa educativa vaya formateando con mayor velocidad a la futura mano de obra, educándola en “competencias” para el mundo del trabajo. A la educación se le da el rol de hacer más obediente a la clase para evitar futuros conflictos que detengan la acumulación y de volverla más eficiente para los objetivos capitalistas. Un ejemplo clarísimo es la injerencia de la empresa UPM en la educación, impulsando los valores empresariales y directamente diseñando cursos específicos para la UTU.
Por otra parte, el formato unipersonal “freelancer” genera trabajadoras y trabajadores totalmente aislados y carentes de derechos sociales. El empleo es cada vez más temporal y con menos derechos, como forma de extraer mayor ganancia a través de una competencia más salvaje entre trabajadores. Lo que a la burguesía le cuesta cada vez más obtener de los formatos empresariales tradicionales, lo logra a través de éste: unipersonales de profesionales con contratos a término, trabajo por plataforma, tercerización de servicios en los entes públicos o directamente multiempleo informal. Con la seducción de ofrecer mejores salarios –sobre todo en algunos sectores, como el informático, pero con una volatilidad laboral exponencial, o en las unipersonales de profesionales, pero con contratos a término que generan una inestabilidad importante- y el slogan de “ser tu propio jefe”, se trafica la idea meritócrata del “ser emprendedor” y se desdibuja la situación de dependencia aún existente, promoviendo la lucha casi esquizoide del individuo contra sí mismo. Así se intenta invisibilizar a las patronales como responsables de nuestra precarización.
Despertar
En la calle, en los gremios y sindicatos, hay un despertar cada vez mayor del sopor en el que estábamos sumergidos como movimiento popular, con el que hasta ahora no hemos logrado frenar las agresivas iniciativas del gobierno y mucho menos avanzar para arrancarle una victoria. Como el síndrome de la rana hervida, se han sucedido una embestida del capital tras otra, que pauperizan nuestras vidas cada vez más sin que haya una verdadera noción de lo que sucede. Se toman determinados mojones, como la LUC, con los que se pone el grito en el cielo y luego se olvidan, se acepta la derrota y aunque parecía que no, la vida sigue. Cada vez en peores condiciones, pero sigue. El fin del mundo pasa a ser el siguiente proyecto del gobierno, y a pesar de las lecciones de la Historia, no hubo aún una determinación generalizada en nuestro pueblo para organizarse en la calle y enfrentarlo desde allí hasta derrotarlo. Es inminente el comienzo de la Reforma de la Seguridad Social, que busca hacernos trabajar aún más años y jubilarnos cobrando aún menos dinero que con el sistema actual. Un nuevo saqueo a la clase trabajadora, saqueo con el que toda la clase política está de acuerdo y que solo podemos detenerlo con un firme enfrentamiento.
No todo está perdido. Resuenan cada vez más voces de indignación, voces que están hartas y toman su justa rabia para organizarse colectivamente y pelear. Con las ocupaciones de centros de formación en educación a lo largo y ancho del país por parte de estudiantes en primera instancia, luego con los y las docentes, se sumaron estudiantes, trabajadores y trabajadoras de la universidad tomando sus facultades; todo esto configura un escenario de mayor conflictividad que aviva esperanzas de que no ha ganado la resignación ante el ahogo presupuestal y la “reforma educativa” impuesta. A la impotencia y frustración que campea se le enfrentan las ganas de no aceptar las cosas como vienen. Quienes movemos la rueda sabemos cómo pararla y podemos soñar con romperla.