En la historia de la Revolución Mexicana se suele mencionar a las
soldaderas, también llamadas adelitas, mujeres que fueron fundamentales para la victoria. Su trabajo logístico en los campamentos de la retaguardia, encargándose de la alimentación y cuidado de los soldados y enfermos fue una labor clave aunque invisibilizada. Pero este no fue el único rol de las mujeres en la Revolución. Dentro del pueblo insurrecto, que buscaba sacar del poder al autoritario Porfirio Díaz, también hubo mujeres que tomaron las armas. Entre ellas encontramos a una cuya valentía y espíritu revolucionario hace que merezca un lugar destacado en la historia: Petra Herrera.
Nació en México en 1887. A sus 23 años se sumó a los miles de hombres y mujeres, que bajo las órdenes de Francisco “Pancho” Villa, se rebelaron contra el gobierno. Buscando eludir el machismo que no permitía que las mujeres tomaran un rol protagónico en el campo de batalla, Petra decidió hacerse pasar por hombre, presentándose como Pedro. Alterando su forma de andar, su voz y su ropa, ingresó en el ejército de Villa en 1913 engañando a los soldados. Gracias a su capacidad estratega, su valentía y su ingenio, se ganó el respeto de las tropas y ascendió rápidamente de rango. Se destacó principalmente por su talento para hacer saltar puentes por los aires.
En 1914 decidió develar su verdadera identidad. A pesar de los sobrados méritos militares de Herrera, que cuando era considerado hombre ameritaban un inminente ascenso al grado de general, Villa finalmente la expulsó de sus fuerzas. Ante esta decisión, Petra decidió formar un ejército exclusivamente de mujeres, en el que muchas hallaron su oportunidad de empuñar las armas. Éste jugó un papel vital en la batalla de la Toma de Torreón, en 1914, donde el bando villista tomó una base militar de Porfirio Díaz. En esta oportunidad la revolucionaria apagó las luces de la ciudad para que todos pudieran entrar. Un tiempo después, esta brigada femenina fue disuelta por órdenes superiores. En 1917 se alió a Venustiano Carranza, al que le solicitó ser ascendida a general.
Esto le fue injustamente negado y finalmente se le otorgó el grado de coronel.
Petra, quien se refería a sí misma como “generala”, se convirtió en una referente para las mujeres de su país y el continente gracias a su compromiso con la causa y su espíritu revolucionario con el que transgredió los límites que a éstas se les imponían.