La crisis estructural en Perú: entre la lucha en la calle y el autoritarismo civil-militar
La historia no puede analizarse a corto plazo sino que responde a fenómenos de larga duración. Para entender lo que sucede ahora en Perú, no alcanza con relatar el episodio puntual donde el hoy expresidente Pedro Castillo intentó dar un golpe disolviendo las cámaras. Ese hecho fue rápidamente contrarrestado por las fuerzas opositoras y las de su propio bando, quedando en su lugar la vicepresidenta Dina Boluarte, una especie de títere que posee aún menos respaldo popular que Castillo, que responde directamente a los sectores de poder de Perú y que ágilmente se transformó en la cara visible del proceso de represión y militarización de la sociedad peruana en el contexto o actual.
Para una mejor comprensión de la situación actual, es necesario ir hacia atrás en el tiempo en búsqueda de explicaciones sociales, políticas y económicas que le dan sustento a una sociedad donde reina una enorme desigualdad social, precarias condiciones de vida sufridas por las grandes mayorías, índices record de corrupción, autoritarismo y desconfianza en el sistema político.
Para ilustrar esto podemos mencionar que solamente desde el año 2000 fueron once los presidentes que pasaron por el cargo, cuando los mandatos duran cinco años constitucionalmente. Pero antes de esto, se dieron también otros procesos, muy complejos, en que se han dado golpes de Estado cívico-militares, períodos extremadamente autoritarios y controversiales como el del Fujimorismo, acciones de lucha armada, organizaciones parapoliciales de ataque a las distintas luchas populares, así como la acción de agentes (siempre presentes) del poder económico negándose a ceder hasta la más mínima concesión para hacer la brecha social un poco más «tolerable». Esta situación es alimentada por una constitución endeble que no garantiza un mínimo de gobernabilidad posible y fomenta una enorme fragmentación política. En resumen: mientras los políticos y los empresarios tranzan desde el poder, el pueblo peruano sufre cada día más problemas para subsistir dignamente.
Los problemas económicos estructurales del Perú se remontan a muchas décadas atrás, desde los tiempos en donde el país andino era fuente de riqueza por el Guano y el Salitre. Luego de perder esa fuente de ingreso reajustó su economía a diferentes bienes como el caucho y a otros minerales importantes. Sin embargo, jamás volvió a tener las tasas de ganancia anteriores a la primera guerra mundial donde destacaba por esos bienes tan preciados para el mercado internacional de entonces.
En esencia, como señaló ya hace tiempo José Mariátegui, el problema de Perú no deja de ser fundamentalmente agropecuario, pese a sus diferencias culturales. Por supuesto, inciden en la economía peruana, como fuerzas gravitatorias (y motivo de disputas), el sector de bienes y servicios, la minería y el sector financiero. Pero el problema de la tierra, ha sido una constante fuente de problemas en buena medida por la administración terriblemente desigual de este bien tan preciado. El intento de reforma agraria profunda y «progresista» ensayado por Velasco Alvarado tras su golpe de Estado «peruanista» a fines de los sesenta, fue violentamente contrarrestado por los rastros de la burguesía criolla del Perú y los dueños de los grandes latifundios, cuyo interés fundamental era mantener inalterada la división de la tierra, sus tasas de ganancia y los métodos de producción del país. Objetivo claro para éstas expresiones: mantener a Perú en cierto lugar de subdesarrollo en el mercado internacional. Lugar que, con más o menos variables, ha mantenido hasta hoy.
Fujimori y el fortalecimiento de la política de la dependencia
A nivel político, es posible que la crisis que atraviesa Perú hoy se pueda rastrear hasta el año 1992, cuando asciende al poder Alberto Fujimori, mediante un autogolpe de Estado conocido como «Fujimorazo». Sus defensores sostienen el proceso por sus logros económicos, de un gobierno que, sin embargo, generó un importante crecimiento de la desigualdad social y que aumentó la represión exponencialmente con violaciones sistemáticas a los derechos humanos. Fue una situación política tan inestable, que dio pie a algunos de los últimos intentos guerrilleros en Perú, dónde se puede destacar la experiencia del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).
El proceso del Fujimorismo pareció terminar cuando, luego de una pretendida reelección y en el medio de fuertes acusaciones de violaciones a los derechos humanos y corrupción, Fujimori huyó del país hacia Japón. Desde allí, el ex-mandatario fue requerido por la justicia. No obstante, tras un breve periodo de aparente recuperación democrática, se vuolvió a la inestabilidad política mencionada al comienzo de la nota.
A pesar de que Perú ha experimentado procesos de crecimiento económico (si tenemos en cuenta los indicadores macroeconómicos), la aguda crisis política enmarcada en una estructura económica extremadamente desigual y atrasada, ha hecho que la diferencia de clases en este país sea de las mayores de América.
Queda preguntarse: ¿cuál es la salida política a la crisis, la injusticia, la represión y el autoritarismo que enfrenta el pueblo peruano? Tal vez sea hora de volver a poner sobre la mesa un proyecto político que se enfrente cara a cara con la estructura del capital y sus personeros, que administran la miseria y se llevan sus buenos billetes mientras el pueblo sale a la calle a defender su dignidad, muriendo por la miseria, o por las balas de las tropas que ríen en las calles, defendiendo a los tipos que huelen a tigre.