Menú Cerrar

LOS GÉRMENES DE NUESTRA POTENCIA

El 8 de marzo no es un día más. La irrupción de miles de mujeres en las calles nos coloca en reflexión histórica, con la potencia de sus raíces que se encuentra en las luchas de mujeres trabajadoras y en la explotación y opresión a la que aún seguimos sometidas. Este artículo es un rescate del origen socialista del 8M, su perspectiva internacionalista y una visión sobre nuestras luchas actuales.

-Por Noelia López- 

Este 8 de marzo, a 103 años de la II Conferencia de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague, donde las comunistas Clara Zetkin y Kate Duncker propusieron la conmemoración de un día de lucha de las mujeres; las mujeres continuamos tomando las calles en todos los rincones del mundo.

Y no es un día más, parece estar allí, en esas mujeres, la potencia histórica del movimiento feminista que irrumpe y nos toma por completo -ese es el término, somos tomadas por las miles de mujeres que a lo largo de la historia lanzaron sus voz, por ellas y por nosotras-  materializándose en el grito, en los cánticos, en las consignas, en el bombo, en los pañuelos, en las sartenes que retumban al son del cucharon, en los y las niñas, y en las compañeras.

Cuando hablamos de potencia histórica nos referimos justamente a eso, a los acontecimientos que nos anteceden y posibilitan nuestra irrupción en las calles. Entonces pensamos en las propulsoras de esta fecha, y se nos viene la imagen de Clara Zetkin y Kate Duncker, mujeres comunistas, que además de integrar los Partidos Socialistas, lucharon por la condición de la mujer y fueron las principales propulsoras de este día. Aparece también Rosa Luxemburgo, amiga y camarada de Zetkin, inquebrantable revolucionaria que comprendió la importancia del debate estratégico con el ala reformista de los Partidos Socialistas (PS). Las mujeres de la revolución Rusa, Alexandra Kollontai, Inessa Armand, Vera Lebedeva, fueron dirigentes del primer gobierno obrero de la historia y conquistaron el derecho al aborto, la socialización de los cuidados en centros estatales y el derecho al divorcio por voluntad de las partes a comienzos del siglo XX. En 1914, fueron las socialistas rusas, alemanas y suecas, las que definieron el 8 de marzo como día internacional de lucha de las mujeres trabajadoras.

Mientras seguimos marchando, alzando la voz y los puños al grito de “América Latina va a ser toda socialista”, pensamos en el internacionalismo característico del movimiento sufragista del siglo XX, que desarrolló métodos de lucha totalmente combativos e incendiarios, y volvemos a pensar en las obreras socialistas -Zetkin, Luxemburgo- que en el contexto de la Primera Guerra Mundial -acontecimiento que dividió al movimiento de mujeres burguesas que se posicionaron en defensa de las burguesías nacionales- continuaron luchando por el internacionalismo proletario y de las mujeres trabajadoras. Vale recordar que en 1915 en la Conferencia Internacional de Mujeres de Berna, las socialistas lideradas por Zetkin y Luxemburgo, se opusieron al voto de los créditos de guerra que realizaron los PS, bajo la consigna de “guerra a la guerra”.

Somos parte y encarnamos esta historia de las mujeres trabajadoras, que supieron desplegar la lucha por la eliminación de la opresión de género en el marco de una estrategia de combate a la explotación del sistema del capital.

Ni una muerta más, ni una mujer menos

Y volvemos a 18 de Julio, traídas por la fuerza de una mujer que grita “ni una muerta más”, donde inmediatamente respondemos “ni una mujer menos” y esa honda de voces va tomando la masividad de la marcha, mientras pienso que en ese preciso momento miles de mujeres están gritando lo mismo en distintos países del mundo.

En 2021, 4.473 mujeres fueron víctimas de feminicidios en América Latina, lo que significa un total 12 feminicidios por día en la región. Se hace un nudo en la garganta al pensar que en estos 88 días que van del 2023, según datos que maneja la Coordinadora de Feminismos, en Uruguay fueron asesinadas 11 mujeres en manos de varones. A esto se le suman 3 intentos más donde las mujeres lograron salir con vida. Recordemos que en el 2022 las mujeres salimos 44 veces a las calles. Tomar las calles cada vez que una mujer es víctima de feminicidio es la consigna. El 2022 cierra con un total de 44 feminicidios y 21 intentos fallidos. En estos casos hubo 8 niños y niñas involucradas que también fueron asesinadas. En la presentación de datos sobre “violencia doméstica y asociados” que realizó el Ministerio del Interior en noviembre de 2022, se informa que en un 49% de los casos de feminicidios la justicia había decretado medidas cautelares, que claramente fueron insuficientes. A su vez, se destaca que en el 56% de los feminicidios había presencia de niños y adolescentes y que el 63% de las mujeres asesinadas tenía niñas, niños y/o adolescentes a cargo. La violencia nunca es ejercida únicamente sobre la mujer, los niños, niñas y adolescentes, que suelen tener escasos espacios de escucha, también son víctimas de este patriarcado homicida.

En la marcha se escucha: “señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente” y sabemos que entre enero y octubre de 2022 hubo en Uruguay una denuncia por violencia de género cada trece minutos, lo que equivale a 33.500 denuncias.

A lo lejos se ve un cartel que dice “Feliz va a ser el día que dejen de matarnos”, y estremece; porque esa irónica alusión al famoso “feliz día”, fomentado la declaración del día Internacional de la Mujer creado por la ONU en 1970, esconde las raíces de una sociedad profundamente violenta. No a causa de decisiones individuales o malos gobernantes, sino por la propia dinámica de acumulación del capital, que impone condiciones indignas para la mitad de la población mundial -la clase trabajadora-, pero que ataca de manera diferencial y aberrante a las mujeres. Porque el cuerpo de las mujeres, desde la edad media hasta hoy, ha sido un tarro de recepción de violencia, abuso, violaciones sexuales, golpes, descalificativos, entre muchos etcéteras.

“No están perdidas, las desaparecen para ser prostituidas”

Por la avenida principal de Montevideo se observa el desfile de las mujeres integrantes de colectivos en lucha por los Derechos Humanos, alzando los cartelas de las compañeras desaparecidas en la dictadura militar de 1973, y aunque es difícil visualizar todos sus nombres, es imposible no recordar las denuncias de abuso sexual ejercida por militares, que realizaron las compañeras sobrevivientes de este régimen.

Desearíamos haber dejado atrás el tema de las desaparecidas, pero en la actualidad continúan desapareciendo gurisas, sobre las que ni siquiera hay un registro específico a nivel estatal. Uruguay se ha convertido cada vez más en un país de destino de la trata con fines de explotación sexual en relación directa con el crecimiento de la inmigración femenina. Según la Asociación Civil El Paso, el  80% de las situaciones de explotación sexual se desarrollan en suelo uruguayo. Fue sorprendente la fuerza con la que cientos de miles de mujeres gritaron: “no están perdidas, las desaparecen para ser prostituidas”. Las desaparecidas, que al Estado ni siquiera le importan, son gurisas de nuestra clase trabajadora. Es que en el reino de las mercancías estamos obligados a vendernos como fuerza de trabajo y en un mercado con desigualdades estructurales entre varones y mujeres, respaldado en un sistema patriarcal, las mujeres estamos destinadas a ser meros objetos sexuales para satisfacer el deseo de otros. Los reinados fueron derrocados y no será la excepción.

Quisiéramos no entrar al tema del abuso sexual, porque es de tal crueldad que a una le tiembla la voz. Pero se ve una joven, que a través de un cartel en la espalda dice: “yo sufrí abuso, vos hija espero que nunca”, y vuelven a brotar lágrimas ahora que lo escribo al igual que en la marcha. Una compañera al ver la imagen dijo: “me parte al medio”, y sé que desde su infancia su cuerpo -su ser- está quebrado. En Uruguay entre enero y octubre de 2022, se registraron 2.766 denuncias de abuso sexual, siendo un 82% de las víctimas mujeres y un 18% varones.Los principales agresores son varones (89%), mientras que las mujeres son las agresoras en 11% de las situaciones denunciadas.

¿Por qué luchamos las mujeres hoy?

Pese a los intentos de los organismos internacionales y los gobernantes de los estados nación, de encausar y resolver la desigualdad de género en el marco de una agenda de derechos, de mesas de equidad e igualdad, leyes de cuotas, entre otras, no han logrado contrarrestar las desigualdades a las que estamos sometidas. El impulso de estas agendas institucionales, que buscó incorporar la voz de las mujeres como forma de institucionalizar al movimiento, y de homogeneizarnos detrás de aquellas que participan de las políticas gubernamentales, no capturó a la totalidad del movimiento. La lucha de las mujeres continúa desbordando límites institucionales y parece colocar al sistema “contra la espada y la pared”, evidenciando la falacia de la igualdad formal que tanto pregonan sus fieles representantes.

Sin ir más lejos, el mismo 8 de marzo Mónica Otero, integrante de la coalición de gobierno, expresó: “las democracias liberales, con economía de mercado son las que más igualdad les han reportado a las mujeres… es en estas democracias, donde las mujeres tienen la posibilidad de marchar con los sloganes -aunque sean obsoletos- que se les antoje”, y fue fuertemente aplaudida por mujeres y varones allí presentes, entre ellos el presidente de la República.

Dos elementos se desprenden de lo anterior: por un lado, la señora califica de obsoleta la consigna central del 8M, “lucha feminista contra el hambre y la opresión”. Por otro, da un paso más al atreverse a decir que en Uruguay no hay hambre, y -porque el acting de la política electoral se lo permite- señala que las mujeres “históricamente buscamos consignas que nos unan”. La señora simula padecer cierta amnesia histórica y real; las mujeres podemos y debemos llevar luchas comunes -como fue el caso histórico del sufragio universal, o más reciente el derecho al aborto- sin embargo, nuestras condiciones materiales de vida nos colocan en lados opuestos del camino: algunas luchamos por acabar con la explotación y todo tipo de opresión, otras buscan conservar sus sillas intactas, sintiéndose satisfechas con mejorar la decoración y poner parches que, por las propias relaciones sociales, ni siquiera llegan a ser usufructuado por todas las mujeres. 

La consigna central del 8M en Uruguay fue “Paramos contra el hambre y la opresión” “Sostenemos el hogar, los cuidados y la olla”. En nuestro país la tasa de desempleo para las mujeres es de 9%, dos puntos más que para los varones. En un contexto mundial de precarización generalizada, incremento de la informalidad y del desempleo estructural que afecta al conjunto de los trabajadores, las mujeres somos las más perjudicadas. El ingreso al mercado laboral, continúa sesgado hacia tareas feminizadas, con bajos salarios y peores condiciones laborales.

Pero esto no es todo. Para las mujeres existe otro mercado laboral, el del hogar. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), en promedio, cada día las mujeres dedicamos el triple de tiempo al trabajo doméstico no remunerado en comparación con el tiempo dedicado por los varones.A esto se refieren las mujeres organizadas en el PIT- CNT, cuando reclaman la realización de una política pública que considere el trabajo no remunerado realizado por las mujeres a lo largo de toda su vida.

Desde sus orígenes el movimiento de mujeres se caracterizó por una intención política internacionalista pero no fue, ni es, homogéneo. No podemos analizar la desigualdad de género por fuera de las relaciones sociales, como si fuera una realidad superior – en el sentido de intocable- al orden socio-metabólico del capital.

Desde los inicios del capitalismo, en un modelo económico en el cual crecía la desigualdad y explotación en la misma medida en que crecen las ganancias, las mujeres estuvimos en trincheras opuestas. Y esto no es una cuestión de deseo, capricho o voluntades, las relaciones sociales capitalistas determinan los lugares ocupados en la producción. Este es el punto de partida- la esencia- que da lugar a nuestro accionar político colectivo. Las mujeres que luchamos por la abolición del sistema del capital y patriarcal, no nos conformamos con reformas parciales que no hacen más que tapar agujeros, queremos el fin de la explotación. En la marcha del 8M, en el bloque de mujeres trabajadoras, militantes sindicales y cooperativistas que marchó detrás de la pancarta “Feminismo de clase, anticapitalista y antirracista”, se escuchó el siguiente cántico al ritmo de la canción Bella Ciao: “Este sistema, que nos oprime / Hoy caerá, caerá, caerá / Al patriarcado lo tiraremos / junto con el capital”. Seguido de un grito cargado de sentido de clase: “Mírala que linda viene, mírala que linda va, la vicepresidenta no viene más, no viene más”.

Fuentes:

D`Atri, A. (2013). Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo. Ediciones Ips.

CEPAL (2022): Poner fin a la violencia contra mujeres y niñas y al feminicidio o feminicidio. oig.cepal.org

Sitios Webs:

Banco Mundial: datos.bancomundial.org

El Paso: ongelpaso.org.uy

Feminicidio Uruguay