Sobre la crítica a la división jerárquica del trabajo en Marx y Mészáros
-Por Jimena Quinteros-
Una frase que resuena en los tiempos que corren es la de “defender el trabajo”. Sin embargo, dependiendo del trabajo que se defienda el significado de la misma cambia sustancialmente. Así, por ejemplo, los procesos contemporáneos de trabajo social corresponden a una división jerárquica del trabajo, que tiene como rasgo fundamental la subordinación del mismo a la reproducción de capital, en detrimento de las necesidades humanas, que actualmente amenaza tanto a la vida humana como a la naturaleza en general. No obstante, esta forma de trabajo no es la única que ha existido hasta hoy, ni responde a la única forma posible a futuro. Como identificó Karl Marx y recuperó el filósofo István Mészáros, la relación capital-trabajo, es una forma particular de trabajo, históricamente constituida y superable por los seres humanos. Cabe, por tanto, considerar algunos elementos que nos permitan discriminar esta forma de trabajo, comprender los aspectos que comparte con otras formas históricas y reconocer la necesidad de su crítica teórica y práctica. Una exposición breve sobre ello, a partir de la crítica realizada por los autores mencionados, es lo que proponemos a continuación.
El trabajo en su naturaleza general
Encontramos en Marx (2009a, p. 215) que el trabajo, en su “naturaleza en general” (es decir, independiente de la “forma social determinada que asuma”), es un “proceso” entre el ser humano y la naturaleza, donde éste “media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza” con la finalidad de “apoderarse de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida”; un proceso en el que al transformar la naturaleza “exterior a él”, el ser humano transforma “su propia naturaleza” (pp. 215-216). Ello significa que en todas las formas socio-históricas, el proceso de trabajo supone la transformación de la naturaleza de acuerdo a un objetivo y la obtención de resultados (la producción de “valores de uso”) “idealmente” preestablecidos (pp. 215-216). En tanto mediación entre el ser humano y la naturaleza, el trabajo “pertenece exclusivamente” al ser humano; siendo lo que distingue a la “mejor abeja” del “peor maestro albañil”, la “imaginación”previa del resultado buscado – realizada por el último– (1) (p. 216). El trabajo es, por tanto: una actividad orientada a un fin, el de la producción de valores de uso, apropiación de lo natural para las necesidades humanas, condición general del metabolismo entre el hombre [ser humano] y la naturaleza, eterna condición natural de la vida humana y por tanto independiente de toda forma de esa vida, y común, por el contrario, a todas sus formas de sociedad. (p. 223)
Para Marx y Engels (2009), la producción de la vida material de los individuos, a partir de la producción de los medios subsistencia – en condiciones no escogidas – es una premisa fundamental de la historia humana; del proceso de vida de los individuos – materialmente fundado – es que fluye la estructura de la sociedad (Marx & Engels, 2009, p. 30). En el proceso de producción material, los seres humanos contraen relaciones entre sí – “relaciones de producción” – “que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales” (Marx, 2008, p. 4). Así, el “proceso social” está determinado por el “modo de producción de la vida material”, donde a la “totalidad” de las relaciones de producción – que “constituye la estructura económica de la sociedad” –, corresponden formas determinadas de “conciencia social”, como también formas determinadas de regulación social (Marx, 2008, pp. 4-5). Estos elementos son comunes a cualquier sociedad a pesar de las formas concretas que la misma asuma; corresponden a determinaciones universales de la producción social.
En síntesis, el trabajo en su naturaleza general es la actividad social mediante la cual los seres humanos en cooperación producen las condiciones de existencia que garantizan su reproducción en cuanto tales. El trabajo implica la producción de nuevas necesidades y nuevas relaciones sociales; produce una conexión material entre los individuos que es punto de partida de nuevos procesos de intercambio social y que es “una conexión que asume siempre forma nuevas” (Marx & Engels, 2009, p. 40-43). Es el punto de partida indispensable de la reproducción social fundada en la producción material consciente, pero que abarca a una multiplicidad de actividades sociales más allá del trabajo, en reciprocidad dialéctica con éste.
La explotación del trabajo y sus formas históricas
La forma de trabajo hoy dominante posee, además de estas determinaciones universales, aspectos comunes a otras formas históricas de trabajo pero que no forman parte de la naturaleza general del trabajo. Tiene que ver con formas jerárquicas de organizar el trabajo, donde una parte de la sociedad explota a la parte que realiza la producción material. Es una división social estructuralmente jerárquica del trabajo (Mészáros, 2001) – que da lugar a sociedades divididas en clases antagónicas: “formas antagónicas del proceso social de producción” (Marx, 2008, p. 5), que se complementan y salvaguardan mediante relaciones jurídicas y políticas, incluyendo al Estado (Marx & Engels, 2009, pp. 46-47).
La división del trabajo jerárquica no es inherente al trabajo humano sino producto de su desarrollo histórico. Marx y Engels reconocen formas de organización social primitivas que no poseen una división jerárquica (2). La disposición de “fuerza de trabajo ajena” por ciertos individuos y con ésta, la disposición de medios de producción y consumo necesarios para la reproducción de la sociedad, es resultado de la actividad humana en condiciones determinadas (Marx & Engels, 2009, pp. 46-47) (3). Así, las sociedades antigua, feudal y burguesa, corresponden a formas de propiedad específicas, fundadas en relaciones de producción antagónicas. Trabajo esclavo, servil y asalariado son formas sociales determinadas de trabajo, que corresponden a modos de producción basados en la explotación del trabajo por parte de la clase que posee el dominio material y político de la sociedad (4).
Estas formas históricas de organización de la producción tienen en común que están fundadas en la expoliación de la clase productora. Así, una característica fundamental de la producción material en esas sociedades – de la estructura de las mismas – es que se encuentran basadas en la extracción de un excedente al trabajo: la expoliación de un plustrabajo a la clase productora. En ese sentido, Marx establece en su obra El Capital: “Es sólo la forma en que se expolia ese plustrabajo al productor directo, al trabajador, lo que distingue las formaciones económico-sociales, por ejemplo la sociedad esclavista de la que se funda en el trabajo asalariado” (Marx, 2009a, p. 261).
La explotación del trabajo por el capital
Llegamos así a la relación social que domina hasta hoy la producción material, donde la producción se realiza como producción de capital. En ella la producción material se encuentra mediada por el capital – “valor en proceso” (Marx, 2009a, p. 189) – que se reproduce y amplía a través de la apropiación del excedente (plustrabajo)que el trabajo produce por encima del trabajo necesario para su reproducción (Marx, 2009a, p. 261). El capital es una relación social jerárquica entre capital y trabajo, donde el trabajo es subordinado y expropiado (alienado) de su objetivación, en función de la reproducción ampliada de capital. Como dice Marx: “La relación del capital presupone la escisión entre los trabajadores y la propiedad sobre las condiciones de realización de trabajo. Una vez establecida la producción capitalista, la misma no sólo mantiene esa división sino que la reproduce en escala cada vez mayor” (Marx, 2011, p. 893). Porque al cabo del proceso de producción no sólo ambos lados de la relación se reponen (Marx, 2009b, p. 712) sino que se produce la transformación de plusproducto en capital (la acumulación de capital) que implica la reproducción ampliada de capital a expensas del trabajo (Marx, 2009b, pp. 713-725). Como estableció Marx y reafirmó Mészáros la relación capital-trabajo es esencialmente antagónica.
La era del capital – su “biografía moderna” – tiene inicio en el siglo XVI, con la relación entre capital y trabajo asalariado, que da origen al modo capitalista de producción de capital a la par de un comercio y un mercado de carácter mundial(Marx, 2009a, p. 179, 2011, pp. 894-895). La producción capitalista surge con la generalización del trabajo asalariado, donde la producción pasa a realizarse con base en mercancías, esto es, sobre la fuerza de trabajo y los medios de producción y subsistencia como mercancías (2009b, p. 725, 2011, pp. 892-893). Así, el trabajo asalariado es la forma de explotación de trabajo – de expoliación del plustrabajo – que es típica de la producción capitalista. Se distingue de las formas de explotación del trabajo anteriores en que no se realiza a través de medios políticos sino de medios primordialmente económicos (que abarcan la producción y los momentos de intercambio, circulación y consumo) (ver Mészáros, 2001, pp. 153-155), donde, por medio de la realización de las mercancías en el mercado, el plustrabajo es renovadamente extraído en la forma de plusvalor (excedente de valor producido por la fuerza de trabajo en el proceso laboral por encima de su valor) (5), en función de la valorización y expansión ilimitada del capital y en detrimento de las necesidades humanas.
Esta forma de trabajo se destaca, además, porque la explotación y subordinación del trabajo se ocultan detrás de un intercambio “libre” y “justo” entre propietarios de mercancías equivalentes (propietarios de la fuerza de trabajo y de los medios de producción), donde la fuerza de trabajo es adquirida por su valor y utilizada por más tiempo que el necesario para reponer el mismo, generando un excedente de valor que es apropiado por el comprador de la fuerza de trabajo. Este intercambio de equivalentes, que tiene al capital “como su fundamento”, es “sólo la capa superficial de una producción que descansa sobre la apropiación de trabajo ajeno sin intercambio, pero bajo la apariencia de intercambio” (Marx, 2007, p. 472). Así, el significado de este intercambio entre capital y trabajo, es como dice Marx que: “La propiedad aparece ahora, de parte del capitalista, como el derecho a apropiarse de trabajo ajeno impago o de su producto; de parte del obrero, como la imposibilidad de apropiarse de su propio producto” (Marx, 2009b, p. 721).
La apropiación de trabajo ajeno impago, y su transformación en capital – característica del sistema de trabajo asalariado –, se produce, además, en una escala creciente, que genera la expulsión de trabajo del proceso laboral, la desvalorización de la fuerza de trabajo y la miseria social (Marx, 2011); una miseria que – a diferencia de las formas históricas anteriores al dominio del capital – es socialmente producida, en un cuadro que no es de carencia de valores de uso. La expropiación ampliada del trabajo, se debe a que la expansión y acumulación de capital son imperativos que brotan del modo mismo en que el capital se reproduce – mediado por la competencia entre capitales – y se le “imponen” a los propietarios del capital como “ley coercitiva” (Marx, 2009b, pp. 731-732). Así, respecto al trabajo asalariado, Marx no dudó en afirmar que “el mote conservador de ‘Un salario justo por una jornada de trabajo justa’” debe sustituirse por la “divisa revolucionaria: ‘Abolición del sistema del trabajo asalariado’” (2010, p. 141).
Por otra parte, el desarrollo histórico del sistema social del capital (basado en la subordinación del trabajo) trajo – de acuerdo con Mészáros – el surgimiento de formas de producción de capital post capitalistas, como el caso de la Unión Soviética, demostrando la capacidad del sistema de asumir formas híbridas de control (Mézáros, 2001, p.XLII). Como señala Mészáros, a pesar de haber realizado “la expropiación de los expropiadores”, de haber removido a los capitalistas y el mercado (incluido el mercado de trabajo), el capital continuó en esas experiencias en el control de la reproducción social, a través de una forma políticamente regulada de extracción del excedente, con los burócratas del partido como nuevas personificaciones del capital (ver Mészáros, 2001, pp. 703, 712-713, 728). El trabajo continuó alienado por y subordinado al capital, obligado a producir por encima de sus necesidades en función de la expansión y acumulación de capital.
Como variantes de la explotación del trabajo por el capital hasta ahora desarrolladas, debemos considerar – de acuerdo con Mészáros – tanto: al trabajo asalariado (en la diversidad de expresiones que ha asumido desde el siglo XVI hasta hoy, incluyendo las modalidades donde los trabajadores en apariencia formal “controlan” los medios de producción pero son explotados por el capital – como ocurre por ejemplo en la industria domiciliaria y también en las cooperativas de trabajo –); como a las formas políticamente reguladas de extracción de excedente, desarrolladas en las experiencias post capitalistas que no consiguieron trascender al capital (donde los trabajadores son explotados por el capital aunque figuran como propietarios de los medios de producción con el Estado como “representante”). Teniendo en cuenta esta variedad de posibilidades en la forma de dominio y subordinación del capital sobre el trabajo, es que Mészáros se refirió al capital como «relación de propiedad», donde los “medios de producción” son “alienados incorporados a la propiedad privada o estatal” que se “contrapone” a los productores y los “gobierna” (Mészáros, 2001, p. 16, 2010, p. 13). Una relación antagónica y jerárquica, que además de suponer la explotación compulsiva del trabajo en función de la expansión ilimitada del capital, ha llevado a una destrucción amenazadora de la naturaleza y la humanidad, en el cuadro de una crisis de carácter estructural (Mészáros, 2001).
Conclusiones finales
El proceso de trabajo mediado por la producción del capital – forma fundamental que lo caracteriza desde el siglo XVI hasta hoy –, supone la explotación del trabajo y su subordinación a la expansión y acumulación del capital, donde las necesidades humanas y los valores de uso son subordinados al crecimiento ilimitado de éste. Como vimos, constituye una forma socio-histórica específica de trabajo, basada en la alienación al trabajo de los medios de producción y subsistencia y de su control. En cuanto la misma persista, persistirán también la división estructuralmente jerárquica del trabajo y los fundamentos del antagonismo social. De allí la necesidad, planteada por Marx y recuperada por Mészáros, de una crítica teórica y práctica hacia la superación global del capital, la cual, no sólo constituye una posibilidad histórica objetiva (resultante de las condiciones generadas por el propio desarrollo del orden del capital) sino un requisito para el desarrollo humano pleno basado en una forma de trabajo libre de jerarquías y antagonismos estructurales. Como muestran Marx y Mészáros, en la naturaleza general del trabajo no está contenida ninguna determinación jerárquica y antagónica que condene a la humanidad a mantener esas formas a futuro, sino que las mismas pueden ser superadas por una organización de la producción material a escala global radicalmente nueva (todavía sin realizar): la cooperación de productores libres y asociados con la propiedad y el control colectivo de los medios de producción.
- Como establece Mészáros, los seres humanos para satisfacer sus necesidades requieren de un intercambio constante con la naturaleza de la cual son parte pero a su vez, “están constituidos de tal manera que no pueden sobrevivir como individuos de la especie a la cual pertenecen –la única especie “intervencionista” del mundo natural– sobre la base de un intercambio no mediado con la naturaleza (como hacen los animales), regulado por un comportamiento instintivo determinado de manera directa por la naturaleza, independientemente de lo complejo que pudiese ser tal comportamiento instintivo.” (2001, p. 158).
- Ver el trabajo de Engels (2010), donde recupera elaboraciones de Marx.
- La división del trabajo dentro de la familia como disposición de fuerza de trabajo ajena, se encuentra para Marx y Engels dentro de la primera forma de “esclavitud” y propiedad (Marx & Engels, 2009, pp. 46-47). Existe una importante contribución en (Leacock, 2019), sobre la igualdad de la mujer en sociedades basadas en una división del trabajo no jerárquica, que muestra a la desigualdad de género como producto de la historia y no como rasgo inherente al ser humano.
- Para Mészáros (2016) existen tres formas principales de “materialidad antagónica” perpetuadas a lo largo de la historia: las sociedades antiguas de propietarios de esclavos, la servidumbre en la época feudal y la “‘esclavitud asalariada’” (utilizando una expresión de Marx); una materialidad antagónica que fundamenta la desigualdad en esas sociedades y se contrapone a la igualdad substantiva.
- En el proceso de producción la “fuerza de trabajo cambia su valor” y genera un valor excedente –un plusvalor–, cuando el proceso laboral se prolonga “más allá” del momento en que se reproduce el valor de la fuerza de trabajo (Marx, 2009c, pp. 252, 236). El valor de la fuerza de trabajo deja de ser una magnitud “constante” tornándose una magnitud variable –capital variable– (Marx, 2009c, pp. 252, 258).
Referencias bibliográficas
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Leacock, E. B. (2019). Mitos da dominação masculina. Uma Coletânea de Artigos sobre as Mulheres numa Perspectiva Transcultural (Vasconcelos Jimenez, Trad.). Instituto Lukács. (Disponible en internet)
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