O la izquierda sin enemigo
-Por La Senda-
Hace varios años ya que el enemigo desapareció, mitad porque se camufla en un sin fin de sujetos, mitad porque lo institucional se impuso como el único lugar posible para la política. Vamos a intentar hacer aparecer al verdadero enemigo, que a decir verdad está bastante a la vista, discutiendo algunas premisas que, partiendo de una falsa concepción del poder logran ocultar precisamente a quienes verdaderamente tienen el poder. Por otra parte, vamos a valernos de la concepción del Che Guevara acerca del poder, que nos puede ayudar mucho en este momento histórico.
El escondite del enemigo
Hay al menos dos corrientes de pensamiento dentro de la amplia familia llamada “izquierda” que terminan por ocultar al enemigo: una es la electoralista y la otra es la estructuralista. La primera asemeja en su discurso y concepción el poder a la democracia, al gobierno de turno. Para ésta, quien tiene el gobierno tiene el poder, de manera que la lucha por el poder quedaría restringida a votar cada cinco años.
Esta concepción no solamente deja toda la carne en el asador en cada período electoral, sino que su política cotidiana solo cobra sentido a la luz de esta disputa. Para los de un partido electoral todo lo que haga el partido rival estará mal y viceversa, de ese modo justifican su existencia.
La izquierda electoralista ata a todas las organizaciones sociales a esta disputa por el gobierno, alejando a la clase del verdadero objetivo histórico de la construcción de su propia fuerza para la toma del poder. El modo de engaño es un clásico, comienzan por decir que la clase tiene que estar representada en el parlamento, que este tiene que servir como trinchera; después, si consiguen bastantes votos se endulzan y van por el ejecutivo porque desde ahí se impulsarán los “verdaderos cambios”; si logran ganar dicen “todavía falta mucho por hacer”, hablan de gobiernos en disputa y ponen a la clase obrera a defender a su gobierno, cambian algunas cosas sin tocar los intereses de quienes tienen el poder; después pierden y el discurso vuelve a empezar con la clase obrera totalmente restringida a mendigar reformas en el marco del capitalismo. Mediante este siniestro mecanismo el capitalismo se hace eterno, se postergan eternamente las luchas decisivas y quienes tienen el poder siguen manejando los hilos de la historia.
Otra concepción que esconde al enemigo es la estructuralista, que pretende reducir el poder a una simple lógica que se expresa de forma diversa en cada una de las relaciones sociales. Para esta corriente, con algo más de sutileza teórica, el poder económico, el militar, el familiar, el escolar, etc, están todos al mismo nivel. Se analiza cada relación por separado, se organizan sujetos oprimidos de forma fragmentada, se cae en la indeterminación absoluta y una vez más, quienes realmente tienen el poder se sientan a comer pop mientras ven cómo el pueblo se divide en luchas intestinas.
Dentro del estructuralismo hay varias corrientes, de las más indeterminantes a las más determinantes. Las primeras son las que cumplen con la idea de poner todas las relaciones al mismo nivel, las segundas encuentran una relación social o factor como determínate. Una especie de marxismo ha querido ver que el factor económico determina al resto de los factores, como si cada esfera de la sociedad pudiese entenderse por separado. Si la economía es un factor y una simple lógica, entonces tampoco importa quién tenga el poder, ya que la lógica subsumirá a los sujetos. Otra vez, los que detentan el poder de vacaciones.
La historia no se estanca
Pero a medida que pasa el tiempo el enemigo avanza sobre las clases populares y en ese avance sale de su escondite, se vuelve explícito y su invisibilidad ahora depende de quien no quiera verlo.
“Bestialidad imperialista, bestialidad que no tiene una frontera determinada, ni pertenece a un país determinado” decía el Che. El imperialismo, por su propia naturaleza, necesita avanzar sobre los recursos y los pueblos para saciar la sed capitalista que lo impulsa a ser el motor de la historia. En ese proceso de despojo permanente se encarna en diversas naciones, actualmente sigue vestido de Capitán América ya que continúa siendo Estados Unidos el país más importante para la producción capitalista. Su divisa, el control de las comunicaciones, su injerencia política y bélica (a pesar de ser deudor de otros países) le ponen el mundo a sus rodillas. Pero no debemos engañarnos, la disputa territorial y política con otros países como Rusia y China no es más que una disputa inter imperialista, como ya ocurrió a principios del Siglo XX con el desencadenamiento de dos guerras mundiales.
En ese avance se le imprime a los pueblos oprimidos un discurso donde la soberanía pasa a ser un reducto romántico que frena el progreso social. Para el Che, sin embargo, estaba claro que el proceso de saqueo que comenzó con la Conquista de América no se ha detenido, lo que antes fue el oro y la plata, luego fueron las tierras, siempre la mano de obra, actualmente es el agua y el aire de la amazonia. Vienen por todo.
La internacional de la burguesía
La burguesía mundial tiene sus organizaciones internacionales, nadie las vota, pero son quienes organizan los planes que deben aplicarse en todos los países. El Foro de Davos (o Foro Económico Mundial) elaboró un plan de cara al 2030, un “reseteo del capitalismo”. Aprovechando la crisis generada por el Covid 19 intentan exprimir todo lo posible a los sectores no capitalistas del mundo, utilizando la consigna “no tendrás nada y serás feliz”. El plan incluye un despojo de los sectores medios que van hasta la limitación de los medios de transporte en nombre del cuidado medioambiental. Este plan, que seguramente sea impulsado y ejecutado en todo el mundo, no fue sometido a ninguna votación popular, ni que hablar que nadie votó a los participantes de ese foro, pero igualmente será respaldado por las fuerzas policiales y militares de cada país si fuera necesario. Como ya lo hacen con cada plan del BID o del FMI o del BM, como históricamente lo ha hecho la burguesía. Nos llaman a jugar a las elecciones para decidir simplemente quien ejecutará sus planes ya elaborados.
Esta burda forma de dominación se complementa con otras un poquito más sutiles, que van desde la deuda externa hasta la evaluación de las financieras. Todos los países viven a crédito, así que sus políticas están sometidas a cumplir con las reglas que imponen los prestamistas y las calificadoras de riesgo como Fitch, DBRS, SyP, Ryi, Moodys, etc. Si no se hace lo que ellos demandan los préstamos se cortan, las inversiones extranjeras se cortan y los países quedan sumidos en crisis que causan las mayores penurias entre la clase obrera.
Pero este sojuzgamiento del poder político al económico solo puede ocurrir a condición de que la burguesía sea la clase que tiene el poder e imponga su lógica capitalista de dominación, que los ejércitos controlen las sublevaciones populares y que se suma en la alienación y el individualismo a las masas populares.
Estos son los que detentan el poder, los que nadie toca gane quien gane las elecciones, los que quedan inmunes en las luchas intestinas del pueblo, los que dirigen la historia de un mundo que se cobra diariamente la vida de diez mil personas víctimas del hambre mientras se desperdician millones y millones de toneladas de alimentos entre el proceso de producción y el de circulación.
La concepción del Che
“Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblo”
La concepción del Che sintetiza en esta premisa toda su concepción del poder y predispone una acción política para resolverlo. El poder está en manos del imperialismo, de la burguesía internacional y ante este se arrodillan todos los Estados, políticos de todos los colores, militares con falso acervo patriótico y así seguirá siendo mientras sea el capitalismo la forma de organizar las relaciones sociales.
No se trata de una mirada romántica, o de una búsqueda utópica de la tierra prometida, se trata de salvar la vida, tan pragmático como eso.
El poder, como una relación social, desde esta corriente solo puede ser entendido como una articulación perfecta donde no existen factores por separado, sino como una concatenación que encuentra su punto clave en la posesión de los medios de producción en manos de la burguesía, a partir de lo cual se construyen dispositivos de opresión funcionales que van siendo desplazados en la medida que dejen de ser útiles y van mutando su forma o hasta se remplazan por otros nuevos: Estados nacionales, núcleos familiares, ámbitos educativos, etc. todos son modificables, descartables en última instancia. Lo que no se toca es el capital.
Para el Che el objetivo en torno al cual deben unirse los pueblos es la toma del poder, único camino para acabar con el capitalismo. La toma del poder al servicio de la clase obrera, organizarse de un modo no capitalista, socialista y racionalizar la producción de tal modo que se produzca en función de las necesidades humanas y no del lucro capitalista. Subsumir la economía a la racionalidad política y no a la inversa como ocurre actualmente.
El cómo se puede discutir. Decía el Che que la estrategia era relativa a cada momento y a cada lugar, de modo que puede hablarse de guevarismo desde diversas estrategias, lo que no debería hacerse es tomar la bandera del Che si el objetivo no es la toma del poder. Ahí debería haber honestidad.
El eje del pensamiento guevarista, que es profundo y sutil, radica en entender que la lucha de clases es el motor de la historia, puede expresarse de diversas formas, pero la historia avanza hacia un lado u otro en función de esta lucha. Los capitalistas intentan avanzar sobre nuestros recursos constantemente y hasta sobre nuestra vida; los trabajadores resisten y tendría que transformarse la resistencia en lucha por el poder. De este modo no hay tres opciones en relación al poder: hay poder burgués o poder revolucionario.
Claro que esto parece muy lejano, o hasta inalcanzable, pues las fuerzas de la burguesía cada día crecen más y las masas populares tienen la mirada perdida en el diario acontecer privado. Lo cierto es que esa distancia de poderes es mucho más frágil de lo que parece: para producir la burguesía necesita de los trabajadores, los trabajadores no necesitan de la burguesía; los trabajadores son infinitamente más que la burguesía; los dispositivos de poder de la burguesía son ejecutados por trabajadores; en definitiva, los trabajadores pueden gobernar sin la burguesía, la burguesía no puede gobernar sin los trabajadores.
En síntesis
Estamos en un momento donde el poder se centraliza a una velocidad inusitada y avanza sobre los recursos y la vida de la población mundial a pasos agigantados. Pese a esto, algunos discursos reformistas insisten en fragmentar la lucha popular apuntando a “diversos poderes” dejando inmune a los verdaderos detentores del poder. Otra corriente reformista limita las luchas populares al terreno de lo electoral, dejando igualmente inmune a la burguesía internacional.
Este desfasaje entre discursos y realidad conduce a los pueblos hacia luchas obsoletas, fratricidas, desgastantes y los deja impotentes de cara a los verdaderos desafíos políticos que la historia actual demanda. La tarea resultará cada vez más lejana si no se disponen de una vez las fuerzas populares a luchar contra quienes realmente detentan el poder.
En su mensaje a los pueblos a través de la tricontinental, el Che expresaba “Y si todos fuéramos capaces de unirnos, para que nuestros golpes fueran más sólidos y certeros, para que la ayuda de todo tipo a los pueblos en lucha fuera aún mas efectiva, ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano!»