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CONOCÍ AL TAMBERO

-Por Fernando Charamello-

Conocí al Tambero, en el 85, en la restauración democrática, cuando liberaron a las compañeras y compañeros presos que quedaban en las mazmorras de la dictadura. Nunca militamos en las mismas organizaciones, pero coincidimos en un montón de causas populares, siempre buscando articular los esfuerzos de quienes tienen un compromiso real de transformar la sociedad a favor de las clases oprimidas.

Con el tiempo, ambos recalamos en el barrio de Santa Catalina, ese rincón del oeste montevideano, al borde del mar, donde muchísimos militantes construimos nuestro espacio físico, nuestro hábitat, desde el cual seguir en el trillo de siempre. El Tambero, carnicero del barrio y vecino conocido por todos, no era estrictamente un “militante barrial”, pero en los momentos que se necesitaba estar; estaba.

En el 2013, cuando los milicos mataron a Sergio Lemos, ejecutado cobardemente por la espalda, por “porte de cara” y “apariencia delictiva”; el barrio salió a la calle, levantó barricadas, y enfrentó a la represión. Allí el Tambero, de frente a las cámaras de televisión (que obviamente lo buscaban), denunció el asesinato y exigió a su ex – compañero Bonomi el esclarecimiento de este crimen y el castigo a los asesinos materiales e intelectuales.

En enero del 2020, cuando casi 1000 familias iniciaron la ocupación del Nuevo Comienzo, en la entrada de Santa Catalina, buscando resolver el acuciante problema de la vivienda; el Tambero, ya muy enfermo, se hizo presente, y nuevamente, frente a las cámaras que como siempre lo seguían buscando, defendió el derecho de ocupar tierras para vivir, por encima del derecho de propiedad privada. Denunció también a los dueños de esos campos, varios privados y a la Intendencia de Montevideo, que en más de 50 años nunca hicieron nada allí y lo dejaron convertir en un baldío.

A veces pasaban años en que ni nos cruzábamos, pero cuando nos pechábamos por las calles del Santa, charlábamos un rato e intercambiábamos opiniones sobre la realidad social y política de esta comarca y sobre las perspectivas de cambio; nuestro desvelo común.

Vaya este recuerdo para el Tambero, un compañero revolucionario, que se “suicidó de clase” como él mismo decía, que renunció a los privilegios de la “política” del sistema, y que buscó hasta el final los caminos (a veces tortuosos como las callejuelas del Santa), por los cuales arrimarnos a la emancipación de nuestra clase, de las postergadas y los oprimidos de la tierra.

Chara